Martes 27 de abril

Jesús era judío, ascendiente legal de la tribu de David. Quienes rodean al Maestro serán también judíos, con la mentalidad y costumbres propias de su pueblo. La Iglesia naciente vive de las costumbres judías porque tiene conciencia de ser la heredera de las promesas de Dios, promesas hechas a un pueblo determinado. Bien es verdad que el día de Pentecostés no sólo se hablará arameo, el hebreo evolucionado que hablará Jesús, sino otras muchas lenguas. Pero la tarea de anunciar al Mesías se realiza en los comienzos a aquellos para quienes esa terminología de la historia de salvación y las promesa mesiánicas tenían un sentido profundo: los descendientes de Abraham. ¿Por qué perder el tiempo con otras personas con mundos conceptuales bien distintos?

Un detalle de los comienzos ?judíos? de la iglesia es que seguían acudiendo los sábados a la sinagoga; al día siguiente, en honor a la resurrección y quizá imitando el relato de Emaús, volvían a reunirse para la fracción del pan, algo novedoso que el Maestro les había indicado. Y de este modo tan peculiar, nacen las dos grandes partes de la eucaristía: la liturgia de la palabra y la liturgia de la eucaristía.

Pronto vienen las novedades. Hoy en los hechos de los apóstoles vemos el primer paso de lo ya acontecido como profecía el día de Pentecostés: una inesperada diáspora hace que la iglesia adquiera su catolicidad, su universalidad y su diversidad de lenguas y culturas. Comienzan por los judíos helenistas, influenciados por la cultura griega. Es un pequeño paso para aquella comunidad, pero un gran salto para la Iglesia (frase que copiará un astronauta siglos después).

El Buen Pastor que es Cristo cuida a todas las ovejas, todos los hombres que escuchan su voz. No se ciñe a una raza, una lengua o una cultura determinada, sino al alma inmortal que universaliza al género humano y lo define como tal. Por eso cantamos en el salmo: ?Alabad al Señor todas las naciones?.